
Sentada el arcén,
espero oir esa guitarra,
esa cercana guitarra,
pero que siempre suena distinta dentro de sus propios patrones,
adoro esa guitarra,
que hace que me llene,
que me sienta feliz,
o simplemente me apetezca llorar,
esa guitarra que un día llego a mis manos,
para enamorarme y hacer que todo dejase de importar,
ese sonido dulce,
intenso,
y al mismo tiempo amargo,
que se acercaba a mi con timidez,
y tras un largo tiempo de solidificación,
acabo siendo un sonido seguro,
y protector...

No hay comentarios:
Publicar un comentario